La ventana: febrero 2009
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    5 sentidos y un dolor.


    Se despertó el cuco del reloj
    que marca las horas muertas.
    Su canto, morfina del ambiente,
    adormece hasta a mi adrenalina.

    Se despertó en la cerilla la llama,
    y se propagó al oscuro ambiente.
    Su chispa, llamó la atención
    a esta negra oscuridad.
    Me impedía ver más allá
    de lo que pudiera imaginarme.

    Se despertó el áspero placer
    de palpar sentimientos enfrentados.
    La inocencia se casó con la maldad.
    Y la locura se encauzó
    a una vida más sensata.
    Pues se quedó sin amor
    al que poder desear.

    Se despertó el olor a cautivar
    un amor de nueva etapa,
    como un soplo de aire fresco
    que entra por la ventana
    y que embriaga la casa,
    se presenta esta extraña sensación.

    Así como despertó el instinto
    de buscarle paladar al corazón,
    Pues se pierde sápidos recuerdos
    que de otra forma no podría captar.

    Y de los cinco sentidos
    me faltaría el dolor,
    que permanece dormido
    en algún rincón perdido
    de este inhóspito lugar.

    Anhelo de amor eterno.


    Atrapado en el ocaso del tiempo
    está aquel anhelo de amor eterno
    que un día arrojé al vacío.
    Pensando que nunca más tendría
    la oportunidad de utilizarlo.

    Ojalá pudiera, sin embargo,
    arrojarme a aquel lugar,
    donde el eco de mi alma
    todavía retumba su caída,
    donde las flores no crecen
    ni tampoco se podrían
    marchitar porque no hay vida.
    Y poder recuperarlo.

    Porque ahora, más que nunca,
    necesito su rescoldo.
    Porque ahora, más que nunca
    le encontré el significado
    que tanto tiempo busqué.

    Aquella exhalación iba cargada
    de más de lo que imaginaba
    encontrar en este mundo,
    y de lo que jamás pudiera imaginarme:
    Amor eterno. Y por eso lo tiré.

    Porque nunca pensé que existiera.
    Por la extraña convicción de que así
    podría olvidar falsas expectativas
    de encontrar a alguien como tú.
    Y sin querer, te he encontrado.

    Necesito rescatarme de tus brazos,
    porque mi sentido se ha perdido
    en cada parte de tu piel.

    Como perdida está mi mente
    por buscar aquel suspiro
    que quisiera presentarte
    como el más puro regalo
    que mi mente fabricara
    para alguien como tú.

    Porque de querer diría
    que me disfrazo a tu lado.
    Mas detrás de ese antifaz
    me encuentro yo, y la fe
    de que en tu corazón reside
    el amor más genuino
    que jamás pude encontrar.

    Ansío con rescatar
    mi anhelo de amor eterno
    porque tú y solo tú, te lo mereces.


    El juego del sol y la luna.

    "Lo que convierte la vida en una bendición no es hacer lo que nos gusta,
    sino que nos guste lo que hacemos." (Johann W. GOETHE)
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    Hoy me he fijado que el sol
    llora lágrimas de fuego
    por encontrar a la luna.

    Porque están predestinados
    a un amor tan eterno
    como eterna su soledad.

    Me he fijado que el sol
    solo tiene media alma
    y su otra media, la luna.

    Y cualquiera no creería
    en su pasión, salvo yo,
    que la vivo intensamente.

    Sólo por eso, mi amor
    querría jugar su juego
    para poder encontrarte,
    aunque fuera un instante,
    en dos momentos del día:

    En medio de aquel segundo
    más rosa del amanecer
    y más rojo de la tarde.

    El disfraz del optimista.


    "Un drogadicto con alma asceta".
    Así podría definir a mi paciencia,
    pues tiene mono de ti; y de la voz
    de la impaciencia nacen mis ganas.

    Mi corazón espera la dosis exacta
    de cada una de tus palabras.
    Pues llora por cada palabra tuya
    como lloran en el cielo los cometas,
    como impregan con su aroma
    las estrellas a esta noche estrellada.

    Con la misma determinación
    que la gotas suicidas de lluvia
    al caer de las nubes al vacío,
    quiere mi corazón llenarse de ti,
    y de esa extraña sensación
    de tenerte entre mis brazos.

    A las puertas de mi imaginación
    y sin miedo al rechazo de acogida,
    se presenta hoy mi mente con la atroz
    cantinela de que no debo olvidarte.

    Y convence a mi conciencia
    tan desmedida en reparos,
    que parece esa joven que de pasión
    besa al aire, como se sueña besar
    a un amor desconocido,
    cuando se está enamorado.


    Porque me enseñaste que la vida puede ser
    tan maravillosa como uno quiera.

    Va por ti, abuela.