Levanta el fusil de tu voz
y dispárame esa bala.
Rompe el cristal de mi vida,
lléname de dolor sutil,
pellízcame el corazón.
pellízcame el corazón.
Pues la ausencia que hay en mí
crea el eco de la tuya
cada vez que te menciono.
Teje en mí ese albornoz
que con hilos de caricias
me secaba de las penas
y me sacaba de allí,
de aquel río de pasión
que con caudal de cadenas
me ahogaba muy lentamente.
Frota en mí esa ilusión
que desgastaron tus manos
en la palabra condena.
Y lleva en ti lo que creció
en mi más pura razón,
cuando mi amor ya no pueda
ni siquiera recordarte.