El vapor almizclado de la noche,
bombillas de bajo consumo
y un ojo pálido que, a ratos
me observa boquiabierto,
a ratos, boquicerrado.
O quizás me guiña una sonrisa
o una cara de tristeza,
¡Qué se yo!
Sólo sé que no dejo de mirar al cielo.
Si dejara de contemplarlo
me quedaría huérfano de ti.
Todavía creo en la ilusión
de vender mis sentimientos,
a la primera estrella fugaz
que se cruce en mi camino.
Alma de niño. Alma de idiota.
De escapar entre nubes algodón,
con el sigilo del crepúsculo...
...para mezclarme de lleno
en los cabellos del día,
que son de negro azabache,
como los tuyos.
...para caer derecho a tus brazos
como una gota de lluvia.
Precipitarme al vacío de tu piel,
que, sin embargo, me llena tanto.
Aquí arriba sólo puedo observarte
desde otro punto de vista,
mas nunca podría imaginarte
de una forma diferente
a como ahora te imagino.
Lo contrario sería hacer creer
a mi personalidad que no soy yo.
Quizás tenga la intención
de quedarme aquí para siempre.
Y es que hay esperanza
suficiente como para no perderla,
y suficientes deseos
para ti y para mí.
¿Te apuntas?
Así dejo de mirar al cielo
cuando está todo perdido.
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